La presencia no es influencia

La imagen creada con la IA.

 La revolución de la presencia

En México, en las últimas décadas, la presencia de las mujeres en los Congresos estatales se ha incrementado en promedio un 40%. Como ya se ha evidenciado en diversos foros e investigaciones, el factor que mejor explica este avance es la fortaleza del régimen electoral de género, es decir, las exigencias que el Estado hace a los partidos respecto a cómo registrar candidaturas. El paso de un régimen electoral de género débil a uno fuerte en las entidades federativas mexicanas supone un crecimiento de 40% en la proporción de las mujeres que integran los órganos legislativos. Si bien el camino no ha sido fácil ni recto, sino lleno de retrocesos y resistencias, el avance representa una verdadera revolución de la presencia de las mujeres en los espacios de representación subnacionales. El cambio de los Legislativos ha sido rotundo y esto ha supuesto expectativas respecto a qué efectos tendría un mayor número de mujeres legislando sobre las condiciones de desigualdad que enfrentan las entidades estatales.

A pesar de este crecimiento en la representación, existen señales poderosas de que las mujeres no necesariamente logran igual influencia que los hombres en los procesos de toma de decisiones y en la temática o enfoque de las legislaciones aprobadas que supondría su fuerza numérica. A partir de la investigación sobre la composición, distribución de los recursos y la articulación de las demandas en dos periodos legislativos de los Congresos estatales de México (entre 2014 y 2021), hemos encontrado algunos hallazgos que nos pueden ayudar a comprender mejor la transformación que ha vivido México en los últimos años. Si bien hay más mujeres legisladoras, las agendas de los Congresos no cambian. Las mujeres, sus ideas y sus propuestas siguen marginalizadas; el poder sigue estando en manos de los legisladores hombres y las propuestas de políticas públicas no reflejan propuestas que desmonten las desigualdades que viven las entidades federativas.

 

¿Qué detiene el avance de las mujeres legisladoras?

Las legisladoras no logran el poder porque el acceso a los recursos está “generizado” y favorece a los varones; el control de las agendas legislativas sigue en manos de las dirigencias que también continúan dominadas por hombres y porque las mujeres no pueden -o no quieren- articular las agendas feministas, en particular, aquellas que van en contra de las ideas aceptadas política y socialmente sobre el papel de las mujeres en la sociedad y en la política.

¿Qué significa todo eso? Si bien la integración paritaria ha permitido a las mujeres acceder en mejores condiciones a las Comisiones y a los órganos directivos de los Congresos, aún ellas no consiguen ejercer el poder en igualdad. En los legislativos mexicanos, la proporción de las mujeres que presidieron los Congresos pasó de 30% a 40% y su presencia en las Presidencias de las Comisiones incrementó de 42% a 53%. Hasta aquí, el panorama resulta esperanzador: más mujeres en los Congresos, más mujeres en las posiciones de liderazgo. Sin embargo, la distribución del poder y el acceso a los recursos sigue estando generizada, pues reproduce los patrones sexistas que determinan las áreas de influencia a los que pueden acceder los hombres y las mujeres. Así, los hombres mantienen el dominio sobre las Comisiones “duras”, las que suelen ser consideradas más importantes e influyentes por ser vistas como cruciales para el ejercicio legislativo, como finanzas y economía, presupuesto, gobierno, asuntos constitucionales, entre otras. Por el contrario, las mujeres integran y presiden, en mayor medida, las Comisiones “blandas”, es decir, aquellas que son consideradas menos influyentes, como las relativas a salud, igualdad de género, educación o bienestar.

Los datos son muy claros: las mujeres presidieron el 51% de las Comisiones blandas en las primeras y 59% en las segundas legislaturas, en contraste con el 35% y 44% de las Comisiones duras. Las resistencias a incorporar a las mujeres a los espacios de poder quedan aún más patentes si se observa que en once Congresos estatales mexicanos la proporción de las legisladoras que presiden comisiones duras cayó a pesar del incremento en el número de las mujeres en los escaños.

Esto evidencia que las mujeres siguen con un menor acceso a los recursos estratégicos y simbólicos en los Congresos estatales, es decir, a los espacios de control de la agenda y actividad legislativa. Es más, los Congresos no han avanzado en la construcción de un andamiaje institucional interno que privilegie el ejercicio paritario de las funciones, pues son escasos los Centros de Estudios Legislativos dedicados a apoyar el ejercicio de las funciones representativas con perspectiva de género (están presentes solamente en ocho legislaturas). Igualmente, son pocas las Unidades de Género, dedicadas a erradicar la discriminación y promover la integración equilibrada del funcionariado de los órganos legislativos (están presentes en diezCongresos). Finalmente, si bien se observa una mejora en el uso del lenguaje incluyente y no binario directo para describir las actividades legislativas en 22 Congresos, una tercera parte de estos no ha cambiado “su manera de hablar” e, incluso, invisibiliza a las legisladoras utilizando las formas masculinas para referirse a grupos de mujeres.

 

¿A quién representan las mujeres legisladoras? ¿Qué agendas defienden y qué tan efectivamente lo hacen?

Nuestra investigación revisó más de 24 mil iniciativas presentadas en 46 legislaturas mexicanas (los dos últimos períodos de las 23 entidades federativas y encontramos que la actividad de las legisladoras (su capacidad de presentar iniciativas legislativas y de lograr su aprobación) es mayor cuando hay más mujeres en los Congresos y cuando más mujeres presiden esos Congresos. En las primeras legislaturas analizadas, el 43% de las 9.289 propuestas fueron presentadas por hombres y el 30,7% por mujeres; en la segunda, los porcentajes se invirtieron: el 40,9% de las 15.108 propuestas fueron por mujeres y el 34,9% por hombres. Las mujeres pudieron lograr la aprobación del 37.25% de las iniciativas en las primeras legislaturas y el 24.9% en las segundas, frente a 35.4% y 22.69% obtenido por los varones, evidenciando que el género no parece ser un obstáculo para la efectividad legislativa.

La mayoría de las iniciativas que las mujeres lograron aprobar se relacionan con el sistema político estatal, las políticas de bienestar social o las de seguridad. Las iniciativas feministas -aquellas que buscan una mayor igualdad entre hombres y mujeres- son una pequeña parte de la actividad legislativa: de las 24.397 propuestas incluidas en la base de datos, sólo 4.052, el 16,6% pueden ser consideradas como tales. La mitad de estas propuestas, centradas en los temas de violencia y participación de las mujeres, fueron presentadas por mujeres.

¿Por qué las mujeres presentan pocas iniciativas feministas? ¿Por qué no se observa un cambio en las agendas que materializan los Congresos cuando hay más mujeres? Primero, porque el control de los recursos, de las agendas y, en general, de la dirección de los legislativos sigue en manos masculinas. Segundo, porque no todas las mujeres pretenden hacer avanzar una agenda de género, mientras que aquellas que lo hacen enfrentan obstáculos que les impiden promoverla en los temas que no han sido aceptados por sus partidos políticos. Las mujeres evitan la articulación de una agenda feminista que entre en conflicto con los valores dominantes o la “línea de partido”, por lo que los opositores de las transformaciones sociales ni siquiera tienen la necesidad de oponerse abiertamente. Los intereses de las mujeres llegan a ser representados cuando se integran dentro de las ideologías partidistas dominantes, van de la mano de los intereses del partido en el gobierno y están acorde a cómo se considera que debe desarrollarse la representación.

 

Ellas tienen los escaños, ellos el poder

La evaluación de la agenda política evidencia que se siguen privilegiando los asuntos que reflejan los intereses masculinos y se construye y realiza en los espacios (partidistas y legislativos) controlados fundamentalmente por los varones. A pesar de los avances en el número de legisladoras, el poder y las agendas aún no les pertenecen. Los partidos (por encima de los movimientos o las redes de mujeres) continúan dominando en los temas, en los enfoques y en la distribución del poder dentro de los espacios legislativos. La democratización de la presencia también ha supuesto que se incorporen más mujeres conservadoras, que no necesariamente están interesadas en reducir las desigualdades que cruzan a las entidades estatales. 

Los Congresos siguen siendo instituciones generizadas y el incremento de la presencia de las mujeres, por sí solo, no ha resultado suficiente para revertir estos patrones que privilegian y fortalecen el poder masculino. Se necesita mayor compromiso -compromiso con la igualdad de género y la autonomía de las mujeres- para revertir estas prácticas y lograr una transformación de los Congresos y de las decisiones que estos adoptan en clave paritaria e igualitaria.


Este análisis presenta los resultados de la investigación realizada por Flavia Freidenberg, Karolina Gilas, Sebastián Garrido de Sierra y Camilo Saavedra Herrera y que está presentada en el libro Women in Mexican Subnational Legislatures. From Descriptive to Substantive Representation, publicado por Springer y disponible en https://link.springer.com/book/9783030940775.

El texto fue originalmente publicado en el Blog de la Revista Voz y Voto: https://www.vozyvoto.com.mx/index.php/articulo/presencia-no-es-influencia

Anterior
Anterior

La revolución de la presencia

Siguiente
Siguiente

¿Leyes con dientes?